En 1918, en la pandemia de la gripe española, había una población mundial de 1700 millones de habitantes en toda la tierra. Ahora, a pesar de epidemias, guerras, inundaciones y demás calamidades, somos 7000 millones. Al final el ser humano ha superado todas las plagas, guerras, desastres naturales. Evidentemente que se ha quedado gente en el camino pero la evolución ha seguido su curso. Llevábamos muchos años de paz y bienestar en los países occidentales. Es evidente que no podíamos crcer hasta el infinito infinitamente. Y de los 7000 mil millones, los habitantes del occidente desarrollado, pongamos unos 2000 millones, estamos consumiendo y derrochando 1000 veces más que los 5000 millones que viven en una situación de pobreza y precariedad. Debemos pagar un precio por el progreso desmedido y se paga con contaminación y tal vez este virus sea otro peaje que nos toca pagar. Aunque los habitantes de los países pobres también están contribuyendo, con sus vidas, a esta factura. Después de esto, tal vez, necesitemos un reseteo porque si no somos capaces de aprender la lección tal vez no nos hayamos ganado el derecho de perdurar.