El cívico, festivo, familiar y pacífico nacionalismo catalán se despereza del letargo invernal con gritos a favor de la banda Terra Lliure. Apología del terrorismo en el estrado de la rentré de la Assemblea Nacional Catalana (ANC). No pasa nada; nunca pasa nada. El suflé sube y baja y la violencia es un ingrediente emulsionante, un componente implícito del ismo. Visca, visca, visca..., visca Terra Lliure!, brama el público que asiste al úlltimo acto de la ANC.
David Fernàndez, el chófer de Otegi que preside la comisión Pujol en el Parlament, sonríe. El excelentísimo alcalde, Xavier Trias i Vidal de Llobatera, directamente se carcajea. La primera fila de la política catalana aplaude hasta con los carrillos de las posaderas en la zona cero del área vip. Visca Terra Lliure...
Vuelta a las esencias, al verbo inflamado y la acción directa. 24 de abril, viernes noche, el separatismo se reagrupa. Acto de apoyo a los alcaldes por la independencia. CiU, ERC, Podemos (con cien marcas) y las CUP, el independentismo antistema original, emplazan a sus caciques locales en los lugares de privilegio del mitin de la ANC. Comienza, again, el asalto a la república de los cielos en versión visca visca.
El nacionalismo catalán ha integrado en su disco duro el software político que sostenía el terrorismo etarra. Dicen que ya es historia, pero la historia se repite. Las clases acomodadas gritan Visca Terra Lliure!, agua para la semilla del odio.
Pablo Planas