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romano

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Las previsiones siempre fracasan: los economistas deberían ser como los dentistas


El famoso economista inglés Tim Harford ha publicado hoy un artículo de opinión en el diario Financial Times  en el que pone de manifiesto la práctica inutilidad de las previsiones.  Asimismo, recomienda a los economistas que se fijen en los dentistas,  tal y como recomendó en su momento John Maynard Keynes.

Harford  recuerda las conclusiones a las que llegó en 2001 un economista del  Fondo Monetario Internacional (FMI) llamado Prakash Loungani. Tras  analizar la precisión de las previsiones económicas de los años 90,  llegó a dos conclusiones.

 Primero: casi todas las previsiones eran prácticamente iguales, daba  igual si era un organismo internacional o un banco de inversión.  Segundo: los resultados de esas previsiones fueron terribles. "El historial de fracasos a la hora de predecir recesiones es prácticamente intachable", escribió entonces Loungani.

 Y es que los datos son demoledores y no han mejorado con los años.  Loungani y su colega Hites Ahir han vuelto a analizar las previsiones  sobre 77 países, de los cuales 49 estaban en recesión en 2009. Los  economistas preveían en abril de 2008 que ninguno de ellos estuviera en  recesión.
 Harford recuerda que resulta extraordinario que a esas alturas nadie  viera lo que podía pasar. La crisis ya había llegado con fuerza, la  contracción del crédito era evidente y ya habían caído grandes bancos  internacionales como Northern Rock y Bear Stearns. Lo más increíble es  que si se fija el momento de las previsiones en septiembre de 2008  (cuando Lehman Brothers quebró), el consenso de las previsiones de los  economistas no veía todavía que ninguna economía cayera en recesión en  2009.

 Lo curioso, y como muestra del 'retraso' con que llegan las  estimaciones, es que un año después, en septiembre de 2009, el consenso  esperaba 54 países en recesión, seis más que los 49 que realmente  acabaron en contracción. No fue un caso aislado: en primavera de 2011  tampoco se esperaba que ningún país estuviera en recesión en 2012, algo  que finalmente ocurrió en 15 casos.

  ¿Por qué no se acierta con las previsiones?

Los  datos recogidos muestran también que poco importa que el que realice la  previsión sea un académico, un periodista, un político o un  diplomático: todas las previsiones obtienen los mismos malos resultados.  

 Tim Harford trata de explicar este fenómeno. Por un lado, se asume  que la economía es complicada y que no la entendemos lo suficientemente  bien como para realizar previsiones adecuadas. Es más, probablemente ni  siquiera entendamos bien la historia económica.

 Por otro lado, actúan los incentivos. Y es que no conviene salirse  mucho de la media si uno es un típico economista jefe respetado. Y  teniendo en cuenta que la mayoría de los países no están en recesión la  mayor parte del tiempo, una estrategia segura es nunca adelantar que  habrá una recesión. Por supuesto, los analistas estrella tienen  exactamente el incentivo contrario para ganar notoriedad, pero tampoco  está claro que tengan mejores resultados a largo plazo.

 Los economistas deben mirar a los dentistas

La  conclusión obvia a la que llega este economista es que las previsiones  no deben ser tomadas en serio, no tiene sentido preguntar qué va a pasar  el año que viene cuando parece claro que nadie lo sabe. A pesar de  ello, la demanda de previsiones sigue siendo elevada.

 Llegados a este punto, Hartford recuerda una frase de Keynes: "Los  economistas deberían considerarse a sí mismos como gente humilde y  competente, al nivel de los dentistas".

 Una comparación que Hartford cree que se debería llevar más allá. "No  esperamos que un dentista nos diga cuándo se nos va a caer un diente.  Esperamos que ofrezca consejos adecuados e intervenga para arreglar los  problemas cuando ocurran". Por eso recomienda que los economistas se  limiten a aconsejar sobre cómo mejorar la economía y que tengan en mente  que ningún dentista se atrevería a predecir cuándo va a caerse un  diente.
No pongan su corazón en el dinero